lunes, 4 de febrero de 2013

[India 2013] Calcuta

Ya estoy en Calcuta. El viaje en tren ha ido muy bien, ha tardado las 26 horas previstas, sin retrasos ni sobresaltos. La 2a clase, litera, es cómoda y además sirven sustento continuamente, platos de comida como en los aviones y demás. La gente alrededor era amable y educada, algo a resaltar en este país.


Llegué de noche, y es de esas llegadas apocalípticas nocturnas en este tipo de países. Nada más bajarse uno del tren comienza el caos, voces, ruidos, mal olor, calor, humo, gente por todas partes, maletas que se atraviesan... una vez fuera el tumulto continúa, aderezado por la oscuridad de una noche que en India potencia las sensaciones.
Cogí un taxi que me habría de bajar al centro, y así fue. Durante el trayecto se cruza un puente de hierro de interés y ya luego es todo un devenir de decrepitud urbana, gente tirada por cualquier parte muriéndose de abandono y pobreza, miseria.

Llegué al hotel. Este al contrario que el de ayer en Bombay, es muy decente. Por la noche aproveché para darme una ducha intensiva, algo que no hacía desde hace 4 días, en cualquier caso no son los 7 días del 2011 mientras viajaba en el Transiberiano. Y es que el hotelucho de ayer más que estrellas tenía chinches.

El día después de la primera noche en Calcuta ha discurrido con normalidad simplemente callejeando. En general en India hay muchos sitios, ciudades, barrios, calles donde no hay grandes cosas que ver, ni esbeltas catedrales ni edificios, ni grandes plazas, ni románticos puentes, no, aquí se viene a respirar ambiente, a contemplar, a sentir. India no se visita, se siente.

Por la tarde, antes de ir a la librería Oxford a oxigenar, fui hasta la sobria tumba la madre Teresa de Calcuta, fallecida hace ya más de 15 años. También se puede ver lo que fue su habitación durante casi 50 años, un espacio muy reducido y espartano donde se puede apreciar dos fotos con el papa anterior y un pequeño y raído mapamundi donde muchos países han pasado a la historia.


En el trayecto para llegar hasta allí de nuevo el dantesco espectáculo de las urbes indias se mostraba en cada calle. Hay escenas callejeras que ni la más sobresaliente película de hollywood sería capaz de recrear.

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